En la batalla constante del ser,
donde el alma enfrenta al miedo y su poder,
surge una sombra, un desafío latente,
la resistencia, enemiga persistente.
No es un soldado, ni un titán guerrero,
es una bruma, un sigiloso compañero.
Con susurros dulces, promesas de reposo,
intenta desviar de nuestro camino glorioso.
Pero el valiente, con corazón ardiente,
ve en la resistencia el reto más urgente.
Sabe que cada duda, cada temor escondido,
es el fuego que forja el destino elegido.
La resistencia, que se viste de pereza,
o toma la máscara de una falsa tristeza,
no es más que un umbral, una puerta secreta,
al jardín donde brota la obra completa.
Es un baile eterno, un juego de espejos,
donde el más fuerte es quien rompe sus reflejos.
La resistencia, con su sutil encanto,
nos empuja a ser más, en el dolor y el llanto.
Así, en cada trazo, palabra o melodía,
la resistencia reta, pero también guía.
Nos enseña que en el corazón del conflicto,
reside el triunfo, el propósito más convicto.
La resistencia, maestra enmascarada,
nos lleva a encontrar nuestra senda dorada.
En su desafío, encontramos nuestra voz,
y en su superación, nuestro destino feroz.
Poesía inspirada en el libro
La Guerra del Arte de Steven Pressfield.