En la fortaleza estoica, un corazón partido halla su paz,
bajo el yugo de la razón, donde el sentir no yerra jamás.
Con temple sereno, acepta el dolor, no en vano luchará,
en su pecho un universo, donde la calma reinará.
El estoico mira al cielo, sin lamento ni pesar,
sabe que en el cambio, la vida debe continuar.
Acepta cada fractura, como lección a valorar,
en su alma forjada, la sabiduría viene a morar.
No llora las heridas, ni se aferra al ayer,
sino mira al horizonte, donde se aprende a crecer.
En su espíritu inquebrantable, la esperanza puede renacer,
pues en cada desafío, una oportunidad ve.
Así en la quietud de su ser, el estoico encontrará,
en un corazón partido, la fuerza para amar.